El Rol del Operador Socio-Terapeutico en el marco de la Comunidad Terapéutica
Lic.
Juan Carlos Mansilla
Presentado
en Encuentro Nacional de Fonga 1998. Buenos Aires.
Comencemos
con una pregunta básica: ¿Que justifica la existencia del Operador
Socioterapeutico-educativo (O.STE) en el campo de la drogadependencia ?.
Habiendo tal diversidad de profesiones y roles como la psicología, la
sociología, medicina, laborterapia, etc. etc. ¿Cuál es la razón que nos hace
hablar del "Operador Socioterapeutico" como un rol técnico en si
mismo?.
La
pregunta por la justificación del rol de Operador Socioterapeutico-educativo
nos ubica frente a un problema que nos sirve como punto de partida válido a la
hora de reflexionar sobre este "técnico" surgido en el trabajo social
de campo.
Es
esta una pregunta que nos lleva a pensar, si es que este Operador no es un
invento innecesario, que en los roles de las profesiones típicas citadas mas
arriba existe una especie de "hueco"
que justifica la aparición de esta nueva función.
Este
"hueco" del cual hablamos tiene que ver con la estereotipia en la que
muchas profesiones y modelos institucionales cayeron, trayendo como
consecuencia la construcción de roles profesionales e institucionales rígidos
en lo funcional, distantes en lo personal, y que reducen las personas a sus
problemas o patologías, y sumamente atomizantes en el sentido de que se
especializan en trabajar solo con algunos aspectos de la persona.
Esta
manera tan focalizada de encarar la tarea sin duda que ha encontrado muchos
espacios donde tener éxito. En el campo de la educación el formar médicos
especialistas en riñones, en la
psicología inventar test para una buena selección de personal, en la sociología
descubrir variables precisas para un análisis macro etc. etc. son ofertas de
especialización que seguro tienen un espacio para su desarrollo.
Sin
embargo en el terreno de la drogadependencia no se encontró un aspecto preciso
y definido de la conducta y la vida humana sobre el cual hacer énfasis, y que
tomado aisladamente dé claves suficientes para la solución de este
problema. Por el contrario, lo
planteado
en torno al adicto abrió el juego a un amplísimo margen de puntos de vista lo
que permitió que fuesen muchos los discursos desde los cuales se intente
brindar respuesta a este fenómeno. Propuestas venidas de la psicología (de casi
todas sus escuelas), medicina, trabajo social, religión, sociología,
ex-adictos, y opinión pública, intentaron alcanzar la palabra o el método justo
para la solución del problema buscado.
Los
que nos ubicamos dentro de la corriente filosófica de trabajo surgida a partir
del nacimiento de las Comunidades Terapéuticas para Drogadependientes hemos ido
con el tiempo construyendo una identidad de trabajo propia y original, que
todavía se encuentra en desarrollo, y que nunca debería perder su carácter de
"experimental".
Esta
nueva realidad de trabajo creada con el surgimiento y evolución de este
movimiento explica entre otras cosas la creación de algunos de los siguientes
aspectos distintivos incluidos en esta incompleta lista:
1º
Un "lenguaje" particular propio de las C.T. y sus dinámicas.
2º
La generalización del uso en estas instituciones de la llamada "Filosofía".
de
conducta" de los asistidos y de los Staff.
3º
El empleo de "Técnicas" o herramientas de trabajo características y
diría hasta casi privativas de esta labor.
4º
La tendencia a una relación interinstituiconal entre los distintos
"Programas" o Cs.Ts.
5º La figura central del técnico definido como
"Operador Socioterapeutico-Educativo".
Sin
dudas que la presencia y función del "Operador
Socioterapéutico-Educativo" ha sido una de las características distintivas
de nuestro movimiento, y sobre el cual aún queda mucho por investigarse y escribirse.
Este
Operador puede ser una persona con algún título profesional vinculado
preferentemente a la salud o el trabajo social, o alguien idóneo ya sea por su
experiencia de vida (caso de los ex-adictos), o por su vocación por este
servicio.
Su
trabajo se plantea no tanto en el nivel de la Interdisciplina, sino mas bien en
el de la Trans-disciplina. Esto significa que las habilidades y conocimientos
propios de un técnico OSTE no le vienen dadas desde algún saber tradicional,
sino que se encuentra mas allá de cual sea su disciplina.
Esto
no significa que el Operador deba renunciar a todo su bagaje de conocimiento
anterior, ya sea este vivencial y-o teórico-científico, sino que a éste
conocimiento debe añadirle el propio
perteneciente a la línea de Cs.Ts.
Tampoco
con lo dicho se pretende descalificar el ejercicio de la interdisciplina. Esta
modalidad es de absoluta necesidad para el ejercicio de cualquier trabajo
actualmente se proponga la rehabilitación y la reinserción social de cualquier
individuo, mas allá de su problemática.
El
asunto mas bien consiste en entender al trabajo de Operador como una práctica o
función en la cual me puedo colocar independientemente de alguna otra profesión
que tenga. Yo puedo ser un psicólogo que hace por ejemplo terapia familiar, y
trabajar en ese rol cuando estoy en una sesión. Pero cuando estoy en la
convivencia de una C.T., o dentro de la dinámica de una Casa de Reinserción, o
Coordinando un grupo de Tratamiento Ambulatorio, puedo funcionar válidamente
como un Operador.
Hemos
llegado de nuevo al punto de partida que en forma de pregunta formulamos al
comienzo de este trabajo: ¿Cuál es la razón que nos hace hablar del
"Operador Socioterapeutico" como un rol técnico en si mismo?.
Proponemos
responder esta pregunta distinguiendo desde diferentes perspectivas, las cuales
nos ayudaran a entender los aspectos distintivos de este rol.
A
continuación presentaremos y comentaremos tres aspectos básicos, distintivos de
este rol, que pretenden invitar a pensar aspectos de la actitud y la visión
desde la cual conviene que el Operador despliegue su tarea.
1.-
El Operador Socioterapeutico-educativo y su manera de Definir el Problema de la
Drogadicción:
El
OPSTE, entiende al adicto como alguien que sufre de un problema que va mas allá
de la relación entre un individuo y el consumo de sustancias. El adicto es
alguien que adhirió a una determinada manera de vivir, de planificar su futuro,
y de relacionarse con el mundo, con su familia, y con sus semejantes. Visto así
“ser Drogadependientes”, significa participar de una determinada identidad,
construida a partir de un aprendizaje social.
Este
aprendizaje nutrió al adicto de una serie de habilidades sociales, y de un
estilo interaccional puesto en juego en sus relaciones interpersonales, basados
en valores o principios propios del mundo de la “cultura de la droga”.
La
manera en la cual el adicto se presenta al mundo y se relaciona con él es una
clave capitalizada por el modelo socioterapeutico-educativo, que no hace otra
cosa que reflejar, criticar y devolver a éste esa manera distintiva de
ser-en-el-mundo, mostrándole la filosofía en la que esa manera de ser se
fundamenta, y ayudándole a construir otra nueva, a fin de que, abriéndosele el
horizonte de la elección, pueda escoger y construir otra identidad de la de
“ser-adicto”.
Entonces
el OPSTE se encarga de “crear” un contexto social nuevo como lo es la Comunidad
Terapéutica y sus tratamientos derivados
(Ambulatorios, Casa de Día, Hospital
de Noche, Reinserción Social, etc.). En estos contextos el OPSTE participa de
manera dinámica, convirtiéndose a si mismo en una especie de “artesano de
nuevas relaciones interpersonales ”, que obligan al asistido a redefinir y
reconstruir continuamente distintos aspectos de su identidad.
Al
entender el OPSTE que el problema del adicto se basa (entre otros aspectos) en
una filosofía de vida definida, sus intervenciones tenderán a discriminar qué
tipo de interacciones o manifestaciones de su conducta muestran esta filosofía
“en acción”, y responderá iniciando en el asistido un proceso de interrogación
y dilucidación sobre cómo su manera de comportarse sostiene su identidad de
adicto.
2.- El Operador Socioterapéutico-Educativo y
su función “pedagógica” y “mayéutica”, o "La Metáfora de Sócrates".
Sócrates
era un filósofo que privilegiaba el encuentro interpersonal en el campo de la
educación. El entendía que era mejor una buena discusión a una buena lectura o
discurso. Seguramente que por su vivencia familiar (su madre era partera),
denominó “mayéutica” o “arte de alumbrar (dar a luz) los espíritus” a aquel
tipo de encuentro donde el filósofo, a través de inteligentes preguntas lograba
poner en crisis la visión del mundo de su interlocutor, a fin de permitir el
surgimiento de nuevas perspectivas de los temas en cuestión.
Visto
así, podemos decir que Sócrates utilizó el "confronto" como una
herramienta en su oficio de filósofo-educador. Los diálogos de Platón, donde
éste muestra al Sócrates cuestionador y reflexivo, es una bellísima muestra del
confronto-educativo.
Lamentablemente
el concepto de "confronto" tiende a asimilarse, por un mal uso de
esta herramienta, a ideas como reto, enfrentamiento, u oposición.
Sin
embargo al "confronto"
conviene que se lo entienda como un encuentro interpersonal donde
alguien es cuestionado en su conducta, a fin de que pudiendo reflexionar sobre
ella, obtenga algún tipo de aprendizaje que le dé mas aptitud para la vida.
El
"confronto" es una intervención que siempre en último término
persigue fines educativos. Pero entendiendo esta "educación" como
proceso de apertura del asistido a visiones nuevas, a partir de su propia
capacidad, y no pensada como un "bajar líneas" o "proceso de
adoctrinamiento" a partir de supuestas "verdades" y
"principios" que deben venir de fuera e introducirse en los adictos
en rehabilitación.
Por
eso, Sócrates es una buena metáfora para un OPSTE. El gustaba de enseñar a
través de conversaciones que mantenía junto a quienes caminaba. No era su
estilo que los demás le escuchen pasivamente, sino que rompía con la
estereotipada imagen del "docente que enseña", para pasar a construir una escena donde el aprendizaje era
una dinámica de la reflexión.
Las
estructuras de Rehabilitación de Adictos surgidas a partir de las
Comunidades
Terapéuticas, llevan su Talón de Aquiles
en la tendencia que las lleva a sobre-estructurarse, o ultra-disciplinarse. Caer en estos extremos
deriva a que en la institución se instale una fuerte tendencia expulsiva hacia
aquellos residentes que no adoptaron la ideología de la organización, aún a
pesar de que tengan chances para el cambio. Y en un marco excesivamente rígido
de convivencia, la educación siempre degenera en adoctrinamiento.
La
metáfora de Sócrates en cambio nos lleva a ver en el OPSTE un compañero de
camino durante el paso de los asistidos por la C.T. por ejemplo. Compañero que
cuestiona, interroga, rescata los aspectos positivos de los residentes,
comparte nuevos valores, critica valores antiguos, y todo lo hace desde una
actitud de respeto a los tiempos y momentos por los que cada residente pasa en
su proceso de cambio.
Esto
no significa que el OPSTE se convierta en alguien "blando"
que
favorezca la indisciplina en el grupo de asistido. No tiene que ver con la
función del Operador como responsable del control social. De lo que se trata, y
este el tema de fondo al fin de cuentas,
es que el Operador ejercite una actitud lo suficientemente tolerante y
cuestionada como para permitir que el asistido actúe de su disfunción lo que
necesita actuar, y que así pueda verlo, y a lo mejor cambiarlo.
El
OPSTE debe combinar esto con una muestra de suficiente firmeza como para transmitir con claridad, a
todos sus asistidos, de que mientras él este presente contribuirá con su
trabajo a facilitar los cambios que cada uno de los asistidos busca en ese
contexto terapéutico-educativo.
Por
otra parte el OPSTE debe ayudar a instalar dentro del contexto terapéutico en
el que desarrolla su trabajo un código interaccional similar al que él utiliza
para con los asistidos.
Su
manera de relacionarse con el grupo, y de marcar la pauta interaccional
contribuirá a que en su ámbito de trabajo se cree una oportunidad para el
aprendizaje social entre los asistidos. De esta manera el Operador se
convertirá en un modelo a imitar, pero no modelo en el sentido moral de la
palabra sino en el sentido funcional.
3.-
El OPSTE y su manejo del "Marco" de trabajo.
Cuales
son las herramientas esenciales de un Operador ?:
a.- Su estilo Interaccional y
b.- El “Marco” en el cual trabaja.
El
estilo Interaccional al que el OPSTE conviene que tienda, debe hacer de la
distancia entre él y el asistido un campo de fuerzas siempre a equilibrar. Aquí
es donde hablamos de la Distancia Instrumental Operativa como un concepto
básico sobre el cual el Operador debe trabajar.
Entendemos como Distancia Instrumental Operativa al grado de cercanía-lejanía emocional que se guarda frente a un asistido de tal
Pero
esta herramienta conceptual para la interacción, y lo de lo que ella surge, no es la única con
la que el Operador cuenta, pues ésta se escenifica en un contexto mayor al cual
llamamos “Marco Social”.
El
Marco
Social hace referencia a la
estructura témporo-espacial en la cual prosperan todas las interacciones
interpersonales. El Operador se mueve dentro del Marco, y es quien lo nutre de significado.
Una
C.T. es un Marco Socioterapeutico-Educativo donde la distribución que allí se
hace de los tiempos y de los espacios no es caprichosa ni infundada, sino que
pretende contribuir, como un estímulo imprescindible, a la rehabilitación de
los adictos.
Una
de las particularidades del modelo socioterapeutico-educativo consiste
justamente en Jerarquizar la función del Marco a punto tal de que el asistido
encuentre en su pertenencia a ese contexto, oportunidades para su desarrollo
personal.
En
este sentido el Marco de una C.T., y los elementos que lo integran configuran
una “micro-cultura” con sus rasgos
distintivos,
espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que la
caracterizan y le dan identidad.
El Operador
debe ser un elemento dinámico de ese Marco, con autoridad para modificarlo y
perfeccionarlo en orden a los objetivos buscados en el tratamiento.
El Marco
debe estructurarse, al servicio de los asistidos, siguiendo la estrategia
institucional. Y los Operadores deben cuidar de que éste no sea un objeto
indiscutido, sino una herramienta de trabajo siempre experimental y por lo
tanto siempre perfeccionable.
La
distribución del “espacio” dentro de una C.T. es muy particular. En la vida
normal y cotidiana, la vida humana y animal se caracteriza por tener un patrón
de conducta que se traduce en la territorialidad.
La
territorialidad es el espacio que cada cual defiende como suyo y al cual toda
invasión activa una respuesta agresiva. Todos tenemos
un actitud de
territorialidad frente a nuestra propiedad, y nuestros sentimientos por
ejemplo. Y no dejamos que otro penetre en ella así porque sí.
En el
trabajo socioterapéutico sin embargo, la territorialidad de los individuos es
reducida a una mínima expresión. Justamente la Comunidad Terapéutica es
“Comunidad” porque se basa en todo lo positivo que tiene la agrupabilidad de
los adictos en tratamiento.
El Operador
de la C.T. se mueve entonces en un
terreno donde sus residentes están bajo un Marco que los obliga a exponerse
mucho mas de la media normal. Entonces la emociones y sentimientos que esta
exposición genera, produce en ese ambiente una mayor tensión.
Es parte
del papel del Operador dinamizar un estilo de convivencia donde los residentes
se sientan protegidos y expuestos a la vez. Protegidos de actitudes de incomprensión o falta de contención de todo
lo que se les genera en ese Marco, y expuestos a ese territorio común donde el
cerrarse, el introvertirse, el aislarse, es connotado negativamente.
Por esto
hablamos del Operador como quien “pone el cuerpo” en su trabajo. El convive en
un territorio donde lo intimo y personal tiende a movilizarse para que se
socialice y exprese. Circula por la C.T., ocupa todos los espacios, acorta las
distancias individuales, y funciona como modelo de convivencia.
Esta
función del Operador como "modelo
de la convivencia" lo convierte en una herramienta donde los asistidos
al observarlo actuar e interactuar, aprenden de su estilo y dinámica, y de esta
manera se va instaurando un estilo de convivencia en la C.T.
Como toda
estructura cerrada y altamente normativa tiende o a rigidizarse o a rebelarse
en pleno contra sus propia estructura, el Operador debe estar atento a
instaurar él la dinámica de la C.T. . De esta manera intervendrá periódicamente
para hacerla mas rígida o mas flexible, mas jerárquica o mas democrática, de
ritmo mas rápido o mas lento, etc.
etc.
De la
manera como el Operador se mueva en los espacios de la C.T. se moverán también
los residentes, si es que el modelo de vínculo interpersonal que se ha
instalado, responde a la filosofía de la autoayuda.
En
tratamientos ambulatorio el espacio no es un dato menos importante que en la
C.T.. En los encuentros grupales el asistido descubrirá e incorporará entre
otras cosas nuevas modalidades de relación interpersonal, que luego aplicará y
acomodara mediante procesos de regulación conductual, a su contexto de vida
cotidiano ajeno a la institución.
Por otra
parte todo proceso terapéutico implica el paso por diversas etapas, y en este
sentido el itinerario de la rehabilitación de drogas
desde el modelo
socioterapeutico-educativo supone que el asistido va cada vez ganando territorio personal a medida que pasa el
tiempo de su tratamiento.
Si como
dijimos mas arriba, el espacio personal
de los asistidos es al comienzo del tratamiento reducido en su extensión, con el paso de las sucesivas etapas, ese
espacio personal crece y se estructura alrededor de un estilo de vida sin
drogas.
Por lo
tanto el Operador también debe estar atento a esa evolución, dando a cada
asistido la oportunidad para ir construyendo sus espacios personales a medida
que se avanza hacia la reinserción social.
El
factor "tiempo" en el
Marco de una C.T. es otros de sus elementos principales.
Sabemos que
el tiempo no solo es una realidad objetiva, medida en horas y minutos por ejemplo, sino también una
percepción subjetiva de cada individuo y de cada grupo social o cultura.
Las
situaciones de aislamiento social, o de presión grupal, generan en los
individuos un vínculo muy estrecho con el tiempo, el cual se convierte en una carga angustiante que se intenta
superar mediante el rechazo: se busca que el tiempo "pase",
"corra", "circule", y que me “toque” lo menos posible.
En una
estructura asistencial modelo C.T. sin embargo, se debe tener como objetivo que
el asistido perciba al tiempo como algo que aprovechar, como un elemento
positivo.
El adicto
es dueño de una concepción del tiempo muy particular. Su vida se fija en una
especie de presente continuo, de "aquí y ahora", en la cual pierde su
capacidad de proyectarse y de construir un plan de existencia evolutivo, y
desplegable en el tiempo.
La búsqueda
en la droga de una inmediata
satisfacción del deseo, hace con el paso del tiempo una profunda huella en la
percepción temporal del adicto. Es como si el tiempo para él dejara de pasar.
En virtud
de ello, en el Marco de un proceso de rehabilitación los asistidos deben volver
a tomar contacto con una percepción del tiempo mas concordante con la cultura y
sociedad a la que pertenecen.
La
exigencia del cumplimiento de los horarios, la planificación de las
actividades, la realización de trabajos que deben iniciarse, desarrollarse, y
concluirse, en síntesis la manera en la que tiempo se distribuye en un
tratamiento de rehabilitación sea del tipo que sea, tendrán un efecto
re-estructurante en la percepción del tiempo del adicto.
El Operador
acompañará de esta manera el proceso de los asistidos de forma tal que los
devolverá de una "historia detenida" a una "historia lineal", donde el pasado
será trabajado terapéuticamente, el presente vivido como experiencia de
aprendizaje, y el futuro descubierto y construido.
El tiempo
que se le da a las relaciones interpersonales en una estructura terapéutica; el
permitir que el asistido descubra que por una utilización positiva del mismo
puede "ganarse" el ser un miembro perteneciente a ese lugar; la
valoración del efecto del paso tiempo reflejada por lo que se consigue con el
trabajo o estudio, y la sana utilización del tiempo libre; son algunos de los
puntos que el Operador tendrá en cuenta a la hora de pensar esta variable en su
trabajo.
4.- Conclusión
¿Que
justifica la existencia del Operador Socioterapeutico-educativo (O.STE) en el
campo de la drogadependencia?, ha sido nuestra inquietud inicial para las
reflexiones de este trabajo.
Si
bien no hemos respondido en detalle y en toda su extensión a esta pregunta, lo
tres aspectos que hemos destacado, son a nuestro entender conceptos claves para
definir la actitud desde la cual el Operador debe desarrollar su trabajo.
La
manera en la cual este técnico define al drogadependiente, la actitud
re-educativa desde la cual trabaja, y la utilización que hace de su marco de
acción, son tres ejes que echan una buena cantidad de luz sobre el papel que un
Operador debe ejercer.
Pero
el Operador no debe llevar adelante la
tarea cargándola en sus espaldas, y sobre su total responsabilidad. Por el
contrario su oficio consiste en convertirse en un agente multiplicador de un
modelo de convivencia, y de definición del problema de las drogas, que lleve a
cada asistido a responsabilizarse de su propio cambio.
El
Operador aporta su visión sobre lo que es para el la adicción a drogas,
reconstituye la capacidad de reflexión sobre su vida que todo adicto debe lograr,
marca el ritmo de la convivencia, devuelve al adicto a una historia lineal, y
marca los espacios y ritmos de un nuevo estilo de convivencia.
Pero todo eso lo hace desde una
posición de cercanía y en un idioma lo suficientemente sencillo como para que
los asistidos lo puedan incorporar a y traducir a la nueva forma de vivir que
están buscando construir.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Lic.
Juan Carlos Mansilla
Presentado
en el Seminario de Fonga, 6-11-98.Bs As.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puede dejar aquí su comentario al Artículo.