Adictos en Prisión (1995)
Lic. Juan Carlos Mansilla
E-mail: juanenlinea@gmail.com
Twitter: @juanenlinea
www.juanenlinea.blogspot.com.ar
Trabajo presentado en I Congreso de Adicciones Internacional de Sedronar.
Twitter: @juanenlinea
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Trabajo presentado en I Congreso de Adicciones Internacional de Sedronar.
Buenos Aires. 1995.
Resumen del Presente Trabajo:
El presente trabajo presenta una experiencia de abordaje de la drogadicción en el contexto carcelario de la Penitenciaria de Barrio San Martín de la Provincia de Córdoba, comentando las dificultades y posibilidades de acción descubiertas en nuestra labor de campo.
Identifica y desarrolla brevemente cuatro dificultades:
a- Las dificultades planteadas por aplicar en una cárcel nuestra manera de trabajar con adictos en libertad;
b- Las dificultades planteadas por el personal técnico penitenciario; c- Las dificultades encontradas en el Perfíl Psicológico de un Adicto en Prisión;
d- Las dificultades expresadas en las Limitaciones Interaccionales entre Presos, Personal Penitenciario, y Nuestra Institución, la ONG Programa Cambio.
Por último, comentamos la manera en la que se fue estructurando el trabajo, y las características del sistema de asistencia que se fue concretando.
Introducción:
El presente trabajo, presenta de manera
resumida algunas dificultades y conclusiones a las que vamos llegando en
nuestra tarea o en la Penitenciaría de la Ciudad de Córdoba con adictos presos.
En marzo de 1994 comenzamos una experiencia
que hasta hoy se continúa con el objeto de armar un sistema terapéutico en una
institución carcelaria que alberga a casi novecientos reclusos para que brinde
alguna respuesta a adictos que estando en situación de prisión quieran recibir asistencia para su problema de
drogadependencia.
Visión Interna de uno de los Pabellones de la Penitenciaria |
El problema
de las adicciones en las cárceles se suma al cuadro anterior y lo complejiza.
Consumo de psicofármacos, de marihuana
y cocaína es en estas instituciones
una realidad que damos como
presupuesta al lector de este trabajo.
Preguntas:
Muchas son las preguntas que hoy orientan
nuestro trabajo y que creemos se deberán ir respondiendo en el camino por el
complicado y por veces secreto territorio carcelario:
¿Cuál es la tarea a
realizar en una institución carcelaria por agentes de salud especializados en
tratamientos en drogadependencia?,
¿Cómo
se arma un sistema terapéutico para adictos presos?, ¿Cuáles son los problemas
institucionales que se deberán superar para encarar una tarea así?,
¿Qué objetivos
realistas se pueden poner a un trabajo sobre adicciones en un contexto
carcelario?,
O la pregunta del
millón: Si por razones de condiciones de
contexto, es utópico en una institución
carcelaria hablar de “rehabilitación”
como objetivo último: ¿Cuáles son los
objetivos penúltimos, de concreción real, que pueden efectivizarse en un trabajo de asistencia a adictos presos, y que a su vez puedan ser valorados como objetivos de importancia, y por lo tanto lo suficientemente motivantes como para justificar un esfuerzo, tanto de los internos como del personal del servicio penitenciario afectado a este trabajo?.
objetivos penúltimos, de concreción real, que pueden efectivizarse en un trabajo de asistencia a adictos presos, y que a su vez puedan ser valorados como objetivos de importancia, y por lo tanto lo suficientemente motivantes como para justificar un esfuerzo, tanto de los internos como del personal del servicio penitenciario afectado a este trabajo?.
Pensamos que las condiciones que hoy reunen
nuestras cárceles, impiden poder hablar de “rehabilitación” como objetivo
terapéutico de un programa para adictos.
Dentro del drama y la tensión de una prisión, dejar de consumir drogas
puede ser una meta individual legítima de algunos internos, que se puede
alentar y apoyar desde un programa en cárceles.
Pero hay que ser muy cuidadoso
en formular el objetivo de “rehabilitación”, como parte de un Programa de
Asistencia Carcelario.
La drogadependencia es, como sabemos, una
realidad complejizante que puede ser vista desde distintos puntos. En una
cárcel esas distintas visiones aparecen.
Diez años después de escribir este documento, en febrero de 2005 se produjo
el motín mas sangriento de las cárceles de Córdoba justamente en esta institución.
Los guardiacárceles tienden a verla
como una transgresión a normas internar que a veces debe ser castigada; los
profesionales pude que la vean o como una enfermedad, o como un desafío a la
institución, o como una defensa
psicológica a la tensión propia de la prisión ; y el personal jerárquico no vinculado a sectores de salud tiende a
juzgarla como una señal de ausencia de suficiente control social.
Primera intervención entonces en una
estrategia de abordaje institucional: Trabajar con el personal de la
institución, a los fines de unificar o complementar la visión del problema.
Ayudarles a compartir un lenguaje común, y acompañarlos en el desarrollo de
recursos propios y desconcocidos (o no utilizados aún), que puedan ser
aprovechados en sus encuentros con adictos presos, a los fines de quebrar
modelos interaccionales rígidos que les impiden el acercamiento a esta
población.
Dificultades:
En una cárcel donde los adictos
conviven con el resto de la población, donde la circulación clandestina de
drogas es parte integrativa de ese contexto y que en alguna manera
distribuye espacios de poder entre los
presos que tienen
acceso a esa circulación, donde la comunicación interpersonal se reúne en torno a un código de valores que privilegian modelos sociales de dureza, fortaleza, insensibilidad, machismo, audacia sin límites, astucia, resistencia, y atributos como éstos, el control social se instaura no como instrumentos al servicio de objetivos rehabilitantes, sino como un fin en sí mismo.
acceso a esa circulación, donde la comunicación interpersonal se reúne en torno a un código de valores que privilegian modelos sociales de dureza, fortaleza, insensibilidad, machismo, audacia sin límites, astucia, resistencia, y atributos como éstos, el control social se instaura no como instrumentos al servicio de objetivos rehabilitantes, sino como un fin en sí mismo.
Esto termina
colocando al personal del servicio penitenciario en una posición de simetría
axiológica, pues los valores que terminan sosteniendo los guardiacárceles y resto del personal que
se encuentra en contacto directo con la vida en prisión, y por lo tanto en
interacción con los presos, corre el riesgo de adherirse (de manera voluntaria
o involuntaria) a los mismos valores de los que participan los internos, solo
que traducidos en distintas metodologías.
Por ello, el solo hecho de pensar en un trabajo eficiente con adictos
presos, nos coloca en forma inmediata ante cuatro dificultades propias de una tarea de este tipo:
a- Las
dificultades por plantear en una cárcel nuestra manera de trabajar con adictos
en libertad.
El personal penitenciario debe considerarse como un área mas sobre la cual intervenir si se quiere desarrollar un Programa de Tratamiento en Adicciones. |
b.- Las dificultades
planteadas por el personal penitenciario en cuanto a su ideosincracia, estilo,
código interno, y valores utilizados en la relación interpersonal con los
presos ;
c- Las dificultades que presenta el perfil psicológico de un adicto en
situación de prisión; y
d- Las limitaciones interaccionales que ambas
poblaciones han inscripto en su mutua
relación.
Extendámonos para comenzar sobre estos
cuatro puntos.
a- Dificultades por plantear en una Cárcel nuestra manera de trabajar con Adictos en Libertad.
La experiencia de trabajos con adictos en
Programa Cambio, es como la de la
mayoría de los otros Centros, la obtenida por el contacto con adictos en
libertad o a lo sumo con adictos derivados a tratamientos en Comunidad
Terapéutica por orden del Juzgado Federal.
En nuestra manera de trabajo, los Programas
de Tratamiento, ya sean Ambulatorio, Comunidad Terapéutica, o Reinserción
Social, montan su estructura terapéutica sobre un modelo normativo de Control
Social: No drogarse durante el tratamiento, No beber alcohol, Cumplir con
ciertos principios de conducta en Comunidad Terapéutica, etc, etc.
En una cárcel, un Control Social interno que
mas o menos
garantice el no consumo de drogas, o que aliente al adicto a ser
honesto en un grupo (sobre si consumió o nó por ejemplo), es imposible.
El sistema "Panóptico" supone que el control social es exitoso mientras los internos menos pueda contar con espacios de intimidad. Todo será observado. |
Los internos están sometidos o participan de
circunstancias sumamente complicadas. Puede que compartan la celda con otros
consumidores, o que conozcan (o participen) de la red de comercialización
interna de drogas, o que manejen información sobre dicha red.
Por otra parte, la relación internos-equipo
terapéutico, está signada por la
desconfianza y la sospecha. La situación es claramente paradógica
entonces, pues se ofrece ayuda a un interno carcelario el cuál para ser ayudado
debe desarrollar la suficiente confianza con los miembros del equipo y de sus
pares que se encuentran en el grupo, de tal manera que logre presentar su
problema de drogas que por otra parte
podría complicarlo aún mas legalmente, pues este mismo equipo representa
para el interno la ley y el control social.
Con los adictos en libertad el problema no
se complica tanto, pues para ellos en el mejor de los casos podemos ser
referentes de salud y no necesariamente estar ligados a la dimensión de la ley.
En los casos de adictos en libertad, suele
aparecer la prioridad del llamado “beneficio secundario” en las razones últimas
que un adicto tiene para realizar un tratamiento:
“Hago un tratamiento para que
mi familia pare la bronca”, “...ingreso
en una Granja porque tengo gente que me persigue por deudas en la calle”,
“...voy al Programa para
que mi esposa me dé otra oportunidad”, etc, etc, pueden ser algunas razones no expresadas que lleven a un adicto a intentar ingresar en un Programa.
que mi esposa me dé otra oportunidad”, etc, etc, pueden ser algunas razones no expresadas que lleven a un adicto a intentar ingresar en un Programa.
Una buena admisión,
se supone, exigiría necesidades de cambio mas personales y profundas que las
mencionadas.
En una cárcel por el contrario, la búsqueda
de beneficio secundario está siempre presente, pues la creencia de que la
condena pueda ser reducida, o de que cuando el interno se drogue se será mas
tolerante con el pues es “un adicto enfermo”, son algunos elementos que
encontramos seguido en nuestra experiencia.
Por otra parte, el hecho de que la relación
entre el interno y la autoridad carcelaria sea
tensa y agresiva, hace que los sentimientos que aparecen en esa relación
se trasladen a la mantenida con el equipo terapéutico, y que por ejemplo el malestar
sentido hacia un guardia (bronca, rabia, enojo, etc.) se convierta en ese mismo sentimiento dirigido hacia el
equipo terapéutico.
Es como si el preso tuviese gran dificultad
en discriminar entre las personas que hacen al personal de la institución, lo
que trae como consecuencia entre otras cosas el no poder desde el equipo
evaluar con mas o menos exactitud el origen de las respuestas conductuales del
interno, ya que nunca se poseen los datos suficientes como para saber qué
aspecto de la institución activo la conducta que el interno hoy demuestra hacia
nosotros.
Hay varias experiencias internacionales de Comunidades Terapéuticas en contextos de encierro. |
Resumiendo: La relación que puede
establecerse con un adicto preso es muy distinta a la que se establece con un
adicto en libertad en razón de los marcadores de contexto propios de una
cárcel, que encuandran a su personal casi como un “adversario” del preso.
Por
otra parte la información que maneja un interno en torno al fenómeno drogas
dentro de la prisión, por resultarle comprometedora, hacen que no pueda
participar con apertura en su espacio terapéutico.
Por último, el “beneficio
secundario” que siempre aparece en forma expresa o latente, es algo
naturalmente buscado por el interno, lo cual hace que a una supuesta relación
terapéutica encarada desde un Programa Asistencial, él responda preferentemente
con una relación de carácter
estratégico, es decir privilegiando la utilidad que ese espacio le
conllevaría para alcanzar beneficios buscados relacionados mas bien con una
posible reducción de penas, favor en su progresividad, preferencia en el trato,
o posibilidad de acceder a un mejor espacio físico o laboral dentro de la
prisión.
Por lo tanto la traducción de un trabajo con adictos en libertad, para
ser aplicado con adictos presos, debe tener en cuenta al menos estas
realidades.
b- Dificultades planteadas por el Personal
Técnico Penitenciario.
El
personal técnico penitenciario está expuesto a la tensión de vida que se
advierte en una prisión. La falta de libertad no es el estado natural de las
personas, sino que surge de un acto de fuerza proveniente desde el exterior, en
este caso el sistema judicial que impone una situación de falta de libertad
como respuesta legal a ciertas acciones ilegales.
Esta “cultura carcelaria” se monta sobre una
situación de “tensión”, pues logra su identidad a partir de la realidad de
encierro que entra en contradicción con la necesidad de libertad que tienen los
integrantes de esta cultura en cuanto personas.
Esta Tensión de Vida se advierte y se siente
en una prisión, pues hace las veces de fuerza que expulsa a los internos hacia
el afuera (la “libertad”), e imprime a las modalidades interaccionales propias
de este sistema social un estilo particular caracterizado ante todo por la
omnipotencia, la sospecha, la picardía, la “indomabilidad” , y el
no-sentir-emociones.
El personal técnico penitenciario, como
digimos está expuesto en mayor o menor medida a esta Tensión. Y esto se expresa
ante todo en el nivel de acercamiento existencial que se establece entre el
personal penitenciario y los presos.
Por “nivel de acercamiento existencial”,
entendemos la distancia emocional y afectiva que se instaura entre estas dos
poblaciones que componen ipso facto el sistema penitenciario.
Los presos tienden a acortar esta distancia
si esto acarrea algún tipo de beneficio, y los miembros del Personal
Penitenciario tienden a mantenerla o aumentarla ya sea a causa de códigos de
grupo propios, por razones estratégicas, o por mecanismos de defensa
psicológico.
Ahora bien, el trabajo con adictos, tal como
lo entendemos nosotros, necesita de un acercamiento existencial importante.
El problema de un adicto radica entre otras cosas en el ocultamiento de
sus sentimientos, en la imagen social con la que se revistió, en los mecanimos
interaccionales de modalidad generalmente psicopática que desarrolló, y en el
descreimiento de la posibilidad de existencia de distintas maneras de interrelacionarse con la gente que las
aprendidas en el mundo de la drogadicción.
Aquí es entonces donde aparece una
importante dificultad: el Personal Penitenciario acostumbrado a un estilo de
abordaje de la relación interpersonal con el preso que privilegia una alta
distancia existencial, debe intentar abordar la problemática de la
drogadependencia, que como estrategia de trabajo necesita plantear una
distancia emocional mas bien corta en la relación interpersonal.
Por ello, uno de los objetivos que nos
impusimos en el trabajo con el Personal Técnico Penitenciario, es el de poner
bajo
discusión la actual manera de encarar el encuentro personal con el preso, a los fines de determinar en conjunto con estos equipos técnicos una modalidad alternativa, si existiera, de definición de las relaciones, de tal manera que el trabajo con adictos presos se facilite.
discusión la actual manera de encarar el encuentro personal con el preso, a los fines de determinar en conjunto con estos equipos técnicos una modalidad alternativa, si existiera, de definición de las relaciones, de tal manera que el trabajo con adictos presos se facilite.
Es interesante lo que sucede cuando este
punto se revisa. En algunos, comienzan a quebrarse modelos interaccionales
rígidos, aparecen nuevos y desconocidos recursos personales en los
profesionales, y se amplian los contextos de intervención permitiendo la
aparición del concepto de Grupo de Autoayuda o la idea de Trabajo con Familias.
En otros, la posibilidad de redefinir estos modelos de relación, se cierra como
resultado de planteos de modalidades de encuadres terapéuticos.
Nosotros pensamos que el trabajo con adictos
es una especialidad, puesto que esta población tiene una serie de
características originales que le dan identidad como población con un trastorno
similar en la conducta.
Un equipo de profesionales de una cárcel, esta sobre
todo entrenado en el trabajo con personas con perfil delicuencial, y no le
resulta fácil participar de una manera de ver a los internos adictos como
distintos y particulares, sobre todo a raíz de que el adicto en la cárcel se
mimetiza con el delincuente.
El Mimetizarse es un recurso para la Sobrevivencia. |
Resumiendo: El personal penitenciario vive
en una situación donde impera una importante tensión emocional. Esto hace que
se dificulte de manera importante un acercamiento existencial al adicto, que
creemos en un recurso instrumental clave para el trabajo con esta
población.
Por otra parte su
entrenamiento con conductas delictivas puede traer como consecuencia una
dificultad para discriminar las características propias de los adictos, e incorporar una metodología diferente de
trabajo para esta población.
c- Perfil psicológico de un adicto en
situación de prisión.
Si al
problema de ser un drogadependiente, le añadimos el problema de ser un preso,
nos encontramos con un asunto nuevo.
Es un reduccionismo peligroso ver a un
adicto preso solo como a un adicto o solo como un preso, pues la situación de encierro en una cárcel
con todo su lenguaje particular, su
código verbal y corporal, su contrincado
sistema axiológico, su actitud de
sospecha constante a todos los que no sean algunos de pares o su “visita”
, hacen que al cuadro de la adicción se
sume el de “ser-preso”, dando a luz un
nuevo perfil al cual se debe abordar con estrategias distintas a las que se
utilizan con adictos no presos.
Decíamos mas arriba que se puede hablar de
una “cultura carcelaria”, y por nuestra experincia también sabemos que se
puede hablar de una “cultura de la droga”. Los adictos presos han desarrollado una mezcla de esas dos culturas a fuerza de estar en prisión.
puede hablar de una “cultura de la droga”. Los adictos presos han desarrollado una mezcla de esas dos culturas a fuerza de estar en prisión.
Sobre su “imagen” de adictos montan su nueva
“imagen” de presos, aumentando su distancia emocional con el entorno y
ensanchando su “coraza” que los separa de los otros.
Por eso, lo que hemos observado en nuestra
experincia es que estas personas pueden mimetizarse con el resto de sus pares
presos, compartiendo sus códigos y modelos interaccionales. Pero a su vez
conservan con la población de adictos de la cárcel un nivel de relación mas
íntima, fácilmente activable a través de grupos de pares.
Parecería como que hay mayor acercamiento en
la relación entre adictos que tienen su historia de consumo de drogas con
origen en la calle, o sea anterior a la prisión, que entre adictos que
comenzaron su consumo en prisión.
Es como estar frente a varios
tipos de poblaciones: la de los adictos que delinquen y la de los
delincuentes que consumen, si tomamos el grupo base primario al que pertenecen.
La de los adictos que vienen de la calle, y la de los adictos que se iniciaron
en prisión, si nos guiamos por lugar donde se origina la adicción.
Todas estas poblaciones son identificables
en la cárcel, y si bien en nuestro trabajo de campo hemos involucrado a todos
los adictos en los grupos de manera indistinta, es interesante observar como la agrupabilidad de estas
poblaciones tiende a respetar la conceptualización mencionada.
Todo lo expresado hasta ahora nos ayuda a
ver al drogadepediente preso como un individuo originarl dentro de la población
carcelaria, y por lo tanto particular, es decir, distinta y especializada
debería ser la forma de asistencia que éstos reciban.
Dicha especialización en la atención se
fundamenta sobre todo en el hecho de que los adictos constituyen como dijimos,
poblaciones identificables en cuanto a su sistema axiológico y estilos
interaccionales.
En nuestra experiencia hemos elegidos
trabajar con el modelo de “Grupo de Autoayuda” similar pero no idéntico al que
utilizamos con los adictos no presos, y del cual diremos algunas cosas mas
adelante.
Resumiendo: El adicto preso tiene
características distintas al adicto en libertad y al preso no adicto. Si bien
lo dicho es algo obvio, deben estar carácterísticas tenerse en cuenta a la hora
de intervenir terapéuticamente sobre esta poblacion.
Por lo menos a causa de la
necesidad de adaptación social deben mimetizarse con el resto de la población
carcelaria, pero sus características distintivas son activables desde un grupo
de pares.
d- Limitaciones Interaccionales entre Presos
y Personal Técnico Penitenciario.
Hasta ahora mencionamos características
propias de ambas poblaciones por separado, pero : ¿Qué pasa cuando éstas se
reúnen y pretenden realizar un trabajo en conjunto?.
Ambas poblaciones, presos y equipos técnicos
tienen a fuerza de historia, construida una representación mental que define y
califica al otro grupo.
Los presos ven a la mayoría de
psicólogos y asistentes sociales como
representantes del sistema penitenciario ante los que conviene tener una serie
de cuidados, pues según como ellos manejen la información puede que a uno le
vaya mejor o peor en la institución.
Esta creencia, mas allá de que sea o no
verdadera, por lo general lleva al interno a definir la relación con los
equipos técnicos en términos mas bien estratégicos que terapéuticos.
Pero si bien esto es comprensible desde la
situación en la que están estas personas, coloca el quehacer profesional frente
a un clarísimo problema, pues ¿Cómo asistir terapéuticamente a personas que no
se ubican en situación de asistidos?.
Y en frente al problema de las drogas el
asunto pareciera complicarse más, ¿Cómo hablar de drogas con una población que
nos ubica en el lugar de control social dentro de un contexto donde la droga es
sancionada?.
El problema es que el profesional de la
cárcel no solo va a hablar con el adicto sobre su historia pasada o sobre sus
sentimientos íntimos, mas bien intentará entrar en el terreno de la conducta
actual de esa persona: si está consumiendo, porqué cree que lo hace, que ayuda
necesita, etc. etc.
Y para poder ingresar a este terreno es
necesario que vaya estableciendo una relación mas cercana con el interno, que
acepte el desafío de ir convirtiéndose en confiable para él, que pueda ir quebrando con distancias emocionales
perjudicantes para un quehacer terapéutico.
Alternativas:
El equipo terapéutico debe
tener claros lo objetivos que persigue. Dijimos antes que nos parece utópico
encarar la meta de la rehabilitación como resultado de nuestro trabajo, aunque
admitimos por supuesto que puede ser lo que se haga en la cárcel un importante
primer paso para algo que el interno adicto deberá casi con seguridad continuar
fuera de prisión.
Vicent Van Gogh: El Sembrador |
Es imposible hacerlo sin una fuerte dosis
de esperanza.
Hay internos que por años permanecerán en la
cárcel, otros saldrán y no los veremos mas, con algunos pocos se podrá hacer un
seguimiento, ¿Cómo hacer que esto no nos desaliente?, ¿Como permanecer en una
tarea sin poder contar con datos claros y confiables que hablen bien de nuestro
esfuerzo?.
En este sentido, la fuerza en nuestro caso
viene por lo que se observa con el trabajo con adictos en libertad: La tarea
consiste en que ellos puedan desarrollar herramientas de vida como para poder
vivir de manera diferente, y probablemente nunca las utilicen delante nuestro.
La clave está que muy en lo profundo querramos que la gente viva mejor.
Sintesis
de Cómo Estructuramos nuestro Trabajo en la Cárcel.
No hay tiempo en esta ponencia para hablar
de las técnicas utilizadas en nuestro trabajo tanto con técnicos como con los
adictos presos, pero una de las características de este trabajo es la de tejer
lentamete una red asistencial donde el Equipo Terapéutico cree y participe de
grupos de autoayuda de presos, y trabaje paralelamente con las familias de
éstos.
Hoy en día nuestro trabajo se diagrama de la
siguiente manera:
a- Formación de un Equipo Base que tiene
como objetivo el armado de Grupos de Autoayuda para adictos, de un sistema de abordaje a las familias de
esos adictos y la creación de una Red
Asistencial dentro de la institución donde cada área encuentre su lugar de
apoyo para el sostén de este proyecto.
b- Formación de Grupos de Autoayuda para
Adictos, cuyo armado se consigue por difundir esta oferta asistencial entre los
presos mediante afiches, boletines, comentarios de profesionales a presos, o a
través de los mismos participantes de los grupos que promueven el crecimiento
de los éstos recomendandoselós a sus pares.
De esos objetivos mencionados, hoy se ha
cumplido la etapa de armado de un sistema de admisiones, dos niveles de grupos
de autoayuda, y un sistema de evaluaciones de la tarea, y un espacio para la
reflexión sobre el trabajo que se va realizando.
La Admisión es un proceso de por lo menos
dos entrevistas mediante las cuales nos enteramos de la historia del
interno y de su relación con las drogas, y de
si hizo o no algún tratamiento anterior. También se evalúa aquí la motivación
del demandante, y sobre si tiene
conflicto con algún otro interno que participa en los grupos.
El mensaje del
entrevistador en esta etapa debe dejar bien claro que es el interno quien
quiere participar de los grupos, y no de que se lo está tratando de convencer
desde la institución.
El adicto debe así sentir que gana su espacio en los grupos, y
que por lo tanto debe cuidarlo. Incorporar a estos grupos personas no del todo
motivadas a reflexionar sobre su situación de adictos y las consecuencias que
les acarreó es una desición que pone en peligro la estabilidad del grupo.
Cuando la motivación es evaluada como
insuficiente conviene ofrecer al adicto un espacio de atención individual hasta
que el pedido esté claramente formulado.
En la admisión también se presenta qué es un
grupo de autoayuda, para ello contamos con una serie de escritos de los mismos
presos que invitan a otros a participar de la experiencia.
Los Grupos de Autoayuda están coordinados
por lo menos por un coordinador y un operador de apoyo. Los primeros temas son
mas bien presentados desde la coordinación, y tienen que ver con mostrar la
filosofía de un grupo de autoayuda.
La penitenciaria San Martín, fue también lugar de crímenes políticos que aún están siendo juzgados. |
Por ello, este trabajo es en su integridad
no solo terapéutico sino también educativo.
Se comienza discutiendo con los interno
sobre que es la confianza, para qué tendría sentido reunirse semanalmente, que
significa “crecer”, de si es posible
lograr dentro de la cárcel un espacio confiable, sobre que es la lealtad a un
grupo, etc.
Es decir lo primero consiste participar al
grupo de la filosofía que se respetará en ese lugar. Es sobre todo un trabajo
sobre valores.
El estilo de la dinámica interaccional que
marca la coordinación del grupo, privilegia el modelo de “autoayuda”,
entendiendo a ésta como un estilo de intercambio comunicacional donde los
miembros comentan sus dificultades o logros de vida, y se sienten escuchados por otros pares, que
a su vez dan su visión de esos problemas y logros desde su propia experiencia.
Se pone mucho énfasis en que la coordinación
no solo está atenta al desarrollo de los contendidos temáticos sino al modelo
relacional que aparece en la interacción grupal.
Así, se anima maneras adultas
de relacionarse, se alienta una actitud madura en la escuha. Si instaruran diferentes pautas de conducta
grupal , como por ejemplo que los diálogos sean directos, que el confronto de
actitudes se haga discriminando conducta de persona, que cualquier problema
presentado sea abordado con respeto, etc.
De esta manera se trabaja sobre la
base de un nuevo sistema axiológico a aplicar en las relaciones
interpersonales. De lo terapéutico se pasa a lo pedagógico y reciprocamente.
Se alienta también en los grupos a tratar
temas relacionados con la familia de los internos, y con la visita que estos
reciben. Lograr desarrollar estos temas en esta modalidad de grupo es una señal
de confianza y avance en la tarea, pues ya sabemos que estos temas son para los
presos algo así como temas “sagrados”
que casi nunca hablan entre ellos dentro de sus pabellones.
Cada ocho reuniones grupales se realizan
entrevistas de evaluación individuales con los miembros del grupo a los efectos
contar con un feed-back lo mas claro posible. En esta entrevista se evalúa
junto con el interno su participación grupal, la manera en que su paso por los
grupos repercute en sus relacion con la droga, los demás internos, su familia y
su visita.
Actualmente tenemos dos grupos de autaayuda
de ocho internos cada uno, y una demanda
ascedente.
Debido a los progresos observados en los primeros miembros de los
grupos, incorporamos dos niveles de grupo:
Etapa A y
Etapa B.
En la Etapa A, se trabaja sobre cuestiones
relacionadas a la filosofía de grupal, lo que siginifica comprometerse a
asistir a un grupo, qué es la autoayuda, que hacer con la información que
circula en un grupo, para qué son y para qué no son estas reuniones y así se
van instaurando las pautas interaccionales que se van a utilizar en el resto de
las reuniones,
En la Etapa B, se trabaja mas sobre
problemáticas personales, sobre cuestiones de familia y sobre relaciones
internas.
Comentario
Final.
No nos extenderemos mas sobre nuestra manera
de trabajar, pues hace a cuestiones técnicas que son parte de otro trabajo.
Resta decir que como especialistas en el abordaje de la drogadependencia,
deberíamos tener mas penetración en la realidad carcelaria, donde el problema
de la drogadependencia está tan desarrollado, y donde por lo tanto también es
mucho lo que se puede y debe hacer.
Convendría en este sentido que los
funcionario relacionados con los Servicios Penitenciarios tomen nota de que la
prisión tal como hoy está estructurada, creemos, en la gran mayoría de las
cárceles, no contribuye a la rehabilitacion de los adictos sino muy por el
contrario agrava el problema pues hace que se incorpore mas facilmente sobre la
cultura del adicto la cultura del delincuente.
Incorporar entonces, estrategias de abordaje
propias para la población drogadependiente presos es el desafío para los
equipos técnicos del sistema carcelario.
Estrategias que por otra parte no se
podrán implementar en su plenitud sin un cambio profundo en la política
carcelaria y sin una revisión de la modalidd de trabajo de los equipos
técnicos.
Mientras tanto esto suceda, hay pequeñas
cosas que se pueden ir haciendo, pues sentarse a esperar que esas políticas
lleguen se haría a un costo importante de sacrificio de posibilidades de vida
distintas, mas saludables y enriquecidas, de los adictos que hoy día se encuentran
en prisión.
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