Adolescentes Mujeres en Conflicto con
Una
Lic. Juan Carlos Mansilla
E-mail: juanenlinea@gmail.com
Twitter: @juanenlinea
E-mail: juanenlinea@gmail.com
Twitter: @juanenlinea
Presentado en Congreso sobre
Mujeres y Población Carcelaria.
Universidad de Granada. España. Noviembre 2008.
Abstract.
Los enfoques sobre
consumo de sustancias han tendido a banalizar la complejidad del problema
reduciéndolos a la relación sujeto-droga.
Los estudios sobre el perfil del consumidor de sustancias, y sobre las
sustancias en sí mismas son extensos y de calidad, sin embargo los estudios
sobre los contextos socio-culturales en los cuales se da el consumo de
sustancias está en desventaja en relación a los primeros.
El trabajo con Adolescentes Mujeres en
Conflicto con la Ley Penal
exige una profundización de los contextos socio-culturales en los cuales
aparece este colectivo en crecimiento, pues una mejor comprensión de estos
fenómenos contribuirá a la realización de una crítica a las instituciones que
intervienen en estos procesos, y será la base para estrategias de intervención
que superando la díada sujeto-droga encaren esta problemática desde
perspectivas mas integrales que incorporen la visión de Género y de
Sub-Culturas Juveniles.
Abstract
The
different approaches towards drug consumption have tended to diminish the
complexity of the problem since the only considered aspect has been the
relationship between subject and drug. Studies about the drug consumer profile
and drugs are really long and of good quality; however, studies about the
socio- cultural contexts in which drug consumption takes places are in a more
disadvantageous position in relation to the former.
The
work with adolescent women which are in conflict with the penal law requires a
deeper analysis of the socio- cultural contexts in which this growing problem
occurs. Consequently, a better understanding of these phenomena would led to
the criticism of institutions that intervene in these processes; what is more,
this would be the base for intervention strategies that would tackle the
problem, not only from the subject- drug perspective, but from more
comprehensive ones that incorporate the
views of genre and young sub- cultures.
1.- Introducción:
Quienes trabajan en el
tema del consumo de drogas están generalmente preocupados por los adolescentes
y los jóvenes. Los estudios estadísticos actuales ponen en evidencia que es en
los grupos de adolescentes y jóvenes donde mas crece el consumo de alcohol,
tabaco y drogas ilegales.
Existen
también gran cantidad de trabajos que destacan a esta etapa de la vida como
altamente vulnerable para el inicio de prácticas de riesgo al consumo de
sustancias.
Denise Kandel (1975) por
ejemplo, propuso que el consumo de
sustancias es una escalada de la conducta en
la cual se va pasando de drogas legales (alcohol y tabaco), a drogas ilegales y
mas “pesadas” por ejemplo la
Heroína. La razón que
para la autora motoriza el avance en esta escalada es la necesidad de
aprobación social y la tendencia a la imitación propia de la etapa de la adolescencia.
Denise Kandel |
Yendo mas atrás, encontramos que en 1904 el educador
Stanley Hall definió la etapa de la adolescencia como un “segundo nacimiento”
en el cual la persona debe lidiar con el logro de una identidad propia y el
sano desarrollo de su sexualidad.
Ya volveremos sobre
estos puntos, pero lo cierto es que desde hace tiempo hay consenso sobre dos
temas:
(1) La adolescencia y
juventud son etapas psicológicamente vulnerables,
(2) Las intervenciones
preventivas sobre drogas están destinadas en su mayoría al ámbito adolescente y
juvenil.
2.- El triángulo de Hellen Nowlis.
En el año 1975, Helen
Nowlis presentó con apoyo de la
UNESCO un trabajo denominado “La Verdad sobre la Droga ”. En este brillante
trabajo la educadora mencionó entre otras cosas que en el problema del “Uso de
Drogas”, juegan su parte tres elementos básicos:
1.- La
Sustancia.
2.- La
Persona que las Usa.
3.- El Contexto Social y Cultural de tal Uso.
Y agregó: “Estos tres
factores habrán de tenerse en cuenta cualquiera que sea el modo de enfocar el
problema”. Lo interesante de planteo de
Nowlis, es que al ubicar el problema del consumo en esta tríada consigue
por lo menos tres cosas:
1.- Rompe la Díada Sujeto-Droga .
2.- Supera el “Modelo Médico” y el “Modelo Psicológico”
3.- Complejizó la Visión del Problema, incluyendo la variable
“Socio Cultural”.
Droga igual a Veneno, y Consumidor
igual a Enfermo, son las adjetivaciones que podrían dar a este cuadro
relacional una perspectiva mas acabada.
La clave estaría
entonces en romper ese vínculo enfermarte, diluirlo. Alejando la sustancias del
consumidor, y curando al consumidor de su tendencia malsana. Aquí es donde los
modelos Médico y Psicológico hacen su papel.
Como la sustancia enfermó a la
persona se tratará ahora de curarla, tanto de los efectos de la sustancia, como
de las secuelas que dejó.
Y como la persona eligió a la droga, hay que tratarla
psicológicamente, pues estas elecciones denotan seguro, algún grado de
anormalidad a corregir.
Los modelos médicos y
psicológicos proponen entonces intervenciones que funcionan como los
“diluyentes” del vínculo perverso. Diluido el vínculo, se resolvió la ecuación.
3.- Estudios sobre el Consumidor.
El desarrollo
de teorías explicativas del consumo de sustancias, y que han dado importantes
claves a la prevención y asistencia, ha
sido ampliamente desarrollado en el siglo XX. Teorías Biologistas, como la de
Milner (1950), basadas en el
Aprendizaje, Cognitivas,
centrada en las creencias y emociones, como
Toda esta
producción ha fortalecido el conocimiento que tenemos del consumidor de
sustancias, contribuyendo a conformar sólidas bases teóricas que posibilitan
nuevos y cada vez mas exitosos modelos de intervención clínica.
En este sentido
los modelos de abordaje de las adicciones se muestran hoy mas seguros de si
mismos, y mas conocedores del campo donde operan.
Volviendo al
triángulo de Nowlis, se observa entonces que el vértice correspondiente a los
Consumidor de Drogas ha sido favorecido por la atención de los especialistas,
como la producción teórica lo demuestra.
4.- Estudios sobre la Sustancia.
Por otra
parte el campo de la investigación sobre Sustancias también viene no ya con un
siglo, sino con dos siglos de gran impulso. Mucho antes que se tratara de
comprender que cosa sea un adicto, la curiosidad se centró en qué cosa
serán las Drogas.
Hasta el
siglo XV a Europa, cuna del moderno occidente globalizado, le bastaba
aparentemente con conocer el Alcohol y alguna que otra sustancia. Pero a partir
del descubrimiento del
nuevo mundo, y de la re-conquista de los territorios
árabes hacen su aparición en la cultura occidental la hoja coca, el
cannabis, el opio, el tabaco, y el café.
Alcohol, Tabaco, Café. Drogas Legales. |
Una variedad
de plantas con resultados psicoactivos
hasta entonces impensados se convirtieron con el paso de los siglos en foco de
la investigación. Así fue entonces que a partir del s. XIX se comienzan a descubrir los principios
distintos principios activos de las drogas.
En 1806 se descubre la química de la Morfina , en 1841 se
sintetiza la cafeína, en 1860 se conoce el principio activo de la cocaína, en
1883 el de la heroína, y así sucesivamente.
El
conocimiento de la farmacodinámica, y de la farmacocinética, es decir de lo que
sucede en la interacción entre el sistema nervioso y las sustancias se
enriquece cada vez mas, robusteciendo el conocimiento científico sobre qué cosa
son las drogas, y que impacto tiene su consumo en el ser humano.
Un segundo
vértice del triángulo de Nowlis, el de las Sustancias, es como se ve, campo
fértil de estudio e investigación. No solo se ha desarrollado hoy saber
científico sobre el consumidor, sino también sobre lo consumido. De drogas y de
adictos entonces, parece que se sabe mucho, y cada vez mas.
5.- La cuestión del Contexto.
Hablemos
ahora del tercer vértice: El del contexto social y cultural. La perspectiva social y cultura ha demorado
ingresar al campo de la construcción del problema de las drogas.
Si tomamos por
ejemplo la manera en que la psicología evolutiva fue desarrollando su
conceptualización de la adolescencia y sus problemas, se observa que a esta
etapa del ciclo vital, en la década del 40 y 50 se la tendía a ver desde una
perspectiva única y uniforme.
Anna Freud
(1940), o Erik Erikson (1950) por
ejemplo, fueron teóricos de la psicología adolescente en los cuales se deja ver
que para ellos esta etapa respondía a criterios únicos y homogéneos: Todos los
adolescentes son similares; todos pasan por los mismos procesos; todos
necesitan las mismas soluciones.
Tomado de: https://psidesarrollo2equipo1.wikispaces.com |
Estos como
muchos otros autores clásicos de la psicología evolutiva que en Argentina se
estudiaban en la década del 70,
presentaban al fenómeno de la adolescencia con características
semejantes. Había un patrón común que el adolescente debía alcanzar para ser
considerado normal.
Las desviaciones a ese patrón por lo tanto debían ser interpretadas
como patológicas, y necesitaban corregirse por la educación o la psicoterapia. La Adolescencia y
Juventud era aquí “períodos inevitables de ajuste” social. Una especie de
ritual de desarrollo que posibilitaba el ingreso a la adultez.
Poco a poco
el “contexto” era un concepto que comenzaba a ingresar en los marcos teóricos
aunque mas no sea de manera tangencial. Pues la reflexión tendía a centrarse en
cuáles serian los procesos psicológicos internos que contribuirían a una mejor
adaptación del adolescente-joven al mundo adulto.
A partir de
la década del 70 comienza a estudiarse a la
adolescencia-juventud desde la
perspectiva socio-demográfica.
Los datos del Observatorio sobre Drogas de la Cicad así lo demuestran.
El problema
de esta visión radica en que una vez mas nos encontramos con datos que si bien
intentan a través de lo sociodemográfico captar las características
contextuales del consumo de sustancias, lo hacen considerando que la
adolescencia-juventud en nuestro continente tiene características homogéneas y
similares.
Falta aquí por lo tanto la diferenciación de los sub-mundos que
componen a la juventud. Al quedar invisibilizadas las diferencias entre los
jóvenes americanos y generalizadas sus características particulares surgen
conclusiones evidentemente erradas, se
pierde capacidad para la comprensión del fenómeno juvenil, y se banaliza la
complejidad del cuadro social actual.
Sin embargo
en los último años comienza a evidenciase un nuevo paradigma en la visión del
problema de las drogas y en los fenómenos juveniles. Este nuevo enfoque
podríamos denominarlo
“Socio-cultural”. A ciencia cierta no es esta una
propuesta absolutamente novedosa. Ya la antropóloga Margaret Mead (1930), había inaugurado en la
década del 30 una visión “cultural” sobre la adolescencia.
Margaret Mead. Antropóloga. |
Al fin , esta
nueva perspectiva, la socio-cultural, ofrece claves eficientes para que el
tercer vértice del triángulo de Nowlis, pueda ofrecer un prisma que complemente
lo que hoy día conocemos sobre sustancia, y sobre consumidor.
6.- Adolescencia-Juventud y Contexto.
Hablemos
entonces del contexto. En Latinoamérica, a las dictaduras de los años 70 le
sucedió la
implementación del neoliberalismo económico en la década del 80-90, que perfilaron una sociedad en la cual la
exclusión social apareció como el gran agujero negro social que amenazó sobre
todo en la niñez, adolescencia y juventud. De esta manera, el cuadro actual de
situación muestra por ejemplo lo siguiente: [1]
·
Solo el 34.5% de los adolescentes termina el colegio
secundario, requisito sin el cual es muy difícil conseguir un empleo
formal.
·
La tasa de desocupación juvenil duplica a la desocupación
general. Robert Solow, (Premio Nobel de economía 1987), menciona que cuando una
persona busca trabajo y no lo encuentra luego de varios intentos, no se produce
un equilibrio entre oferta y demanda a salarios mas bajos, sino que la persona
desalentada pasa a evitar el mercado laboral para no enfrentar mas
frustraciones. En este sentido, la negativa del mercado laboral impacta
fuertemente sobre la psicología de los jóvenes, ayudando a construir lo que
llamamos “psicología del excluido”.
·
Mas de 60 millones de jóvenes latinoamericanos está fuera del
mundo educativo y laboral. Construyendo de esta manera sus propios
agrupamientos, los cuales son vistos como amenazantes por el resto de la
sociedad.
·
Casi el 79% de los empleos de los jóvenes latinoamericanos
pobres están en el campo de la economía informal.
·
La brecha Digital en Latinoamérica es inmensa. Solo el 3.2%
de los jóvenes tienen acceso a Internet.
·
Hay 20 millones de
niños menores de 14 años trabajando. 7 millones lo hacen en la prostitución,
pornografía, y tráfico de drogas.
·
Según el Programa de Alimentos de Naciones Unidas
(2007), 7% de los niños menores de 5
años tienen peso inferior al normal, 16% tienen baja talla para su edad. En
Guatemala son el 48%, en Nicaragua el 27%.
· En 1980 el total de homicidios por 100.000 habitantes era de
12.5 . En el 2006 es de 25.1, mas del doble. La causa principal de muerte en
los jóvenes es la violencia.
7.- Jóvenes Incorporados y Disidentes.
Todo este proceso de
deterioro social, estructuró el mundo juvenil de tal manera que hoy podemos
mencionar dos tipos de actores juveniles (Reguillo 2000):
a) Los que han sido pensados como “incorporados”. Pertenecientes
al ámbito escolar, laboral o religioso.
Texto clásico de Rossana Reguillo Cruz |
b) Los “alternativos”o “disidentes”, cuyas prácticas culturales
no encajan con la cultura dominante, y están en la periferia de las
instituciones de socialización.
La pregunta seria
entonces aquí: ¿Cómo vienen construyendo su presencia social los y las jóvenes
de Latinoamérica en este contexto que resulta adverso?. Un contexto social tan
adverso para los jóvenes como el nuestro, en un época de culturas
transnacionales y sociedades expulsivas,
ha producido expresiones
culturales juveniles novedosas signadas por el desamparo social.
En la ONG Programa Cambio trabajamos
con jóvenes consumidores de sustancias desde el año 1989. Pero fue a partir del
año 2002 en donde comenzamos a ver una importante modificación en el perfil del
demandante. Dicho cambio consistía básicamente en lo siguiente:
www.programacambio.org |
· Consultantes más jóvenes. De una edad promedio de 22 años en
1998 pasamos a una edad promedio de 17 años en 2002.
·
Pertenecientes a familias con padres desempleados por la
crisis del 90 que explotó en el 2001. Estos nuevos jóvenes provenían de
familias “asistidas” por el estado.
·
Iniciados en un delito amateur, esporádico, alternado con
“changas”, o trabajos golondrina.
·
Poli-consumidores de drogas (marihuana, psicofármacos con
alcohol, cocaína).
·
De pasar gran parte del día en “la calle”.
·
Judicializados.
·
Solo varones.
Con el paso de los años,
y desde 2002 al día de hoy se observa claras modificaciones de estos perfiles
de asistidos:
- Los consultantes tienen promedio 15 años.
- Pertenecen a barrios marginales.
- Policonsumidores de drogas.
- Judicializados en su mayoría.
- Adscriptos a prácticas delictivas continuas o esporádicas.
- Institucionalizados en centros correccionales o “reeducativos”.
- Con un promedio de 6 o mas hermanos.
- Padre y/o Madre desocupados o con trabajos precarios.
- De ambos sexos.
Si bien a partir del año
2003 las variables socio-económicas macro en nuestro país vienen presentando
indicadores positivos, la realidad es que dicha mejora no impacta en forma
general en la población sino de manera absolutamente desequilibrada.
El
problema de las recuperaciones post-crisis consiste en que las mismas se dan
obviando una distribución equitativa y acrecentando las ya establecidas.
8.- Disidencia y Desigualdad Social.
De esta manera la
desigualdad es un factor de contexto fundamental para entender el marco en el
cual los países configuran sus problemas sociales. El Índice Gini, es un
coeficiente que sirve para medir la desigualdad de ingreso entre distintos
países.
De entre 40 países, en el año 2000 por ejemplo, Chile estaba en el 2º
lugar, Panamá en el 3º, Guatemala en el 4º, El Salvador en el 5º, México en el
6º, Perú en el 7º. De aquel año no hay datos de Argentina.
Pero en el año 2004, la
tabla estaba encabezada por Brasil, seguida
por
La desigualdad era
notablemente mayor y los problemas sociales concomitantes comenzaban a
configurarse a la manera actual. Dos
problemas comenzaron a destacarse cada vez mas como atribución al mundo juvenil: El uso de Drogas, y el Delito.
Como comenta Gabriel
Kessler (2002), “lo datos agregados presupusieron durante décadas alguna
correlación entre el incremento del desempleo y el delito”, sin embargo a
partir de fines de los 90, la correlación entre amabas variables “adjudicaron
un peso explicativo mayor al aumento de la desigualdad en la distribución del
ingreso”.
A esta altura, se
observa entonces que el contexto social en el cual crecen nuestro jóvenes
latinoamericanos muestra:
·
Una exagerada desigualdad en los ingresos, que impide la expectativa de movilidad social
ascendente.
·
Un aumento del Delito Callejero, en el cual el mundo juvenil
excluido se encuentra mas involucrado.
·
Retirada de las instituciones tradicionales en la
socialización del Adolescente-Joven por ejemplo la Escuela , y la Universidad.
·
Mayor tolerancia social al consumo de sustancias sobre todo
en los sectores mas desprotegidos.
10.- Disidencia, Delito, Droga, y Cárcel.
Avanzando ahora
sobre este tema, se observa que entre el
año 2000 y el 2005 la población carcelaria aumentó en un 44%, al ritmo de 9
veces superior al crecimiento demográfico de país.
El tipo de delito cometido
que mas ha aumentado es el referido a delitos contra la propiedad. Pero,
porcentualmente, el delito que mas se ha acrecentado es el vinculado con la ley
de estupefacientes. En 1985 eran causa de acusación la cuestión de
estupefacientes en el 1% de la población carcelaria. Casi 10 años después, en
1993 ese porcentaje era del 17%.
Como se observa, la
lógica: crisis económica, distribución desigual del ingreso, juventud
“disidente”, droga y delito, e ingreso al
sistema penitenciario, parece tener
una línea lógica que “teje” entre estos fenómenos y actores una realidad sobre
un mismo plano.
Pero el sector de los
jóvenes que denominamos “disidentes”, ajenos a los beneficios del sistema
social, no quedaron invisibilizados totalmente. La necesidad de crear presencia
social y de “incluirse” en la gestión de bienes de consumo y participación
social, aunque sea a través de prácticas ilegítimas, los hicieron visibles
cuando el sistema judicial los interceptaba a partir de sus transgresiones.
A la escuela o no
llegaban, y si llegaban de ellas salían: Expulsados por su mala conducta o por
no lograr los estándares mínimos en el aprendizaje. O Abandonándola para
trabajar, delinquir, o por otros objetivos no siempre tan claros.
De esta
manera, en los procesos de vida de estos adolescentes-jóvenes el sistema
judicial es la organización que mas eficientemente los liga al estado. Y es el
policía en lugar del maestro el funcionario que les representa las claves a
entender la manera de “ser y estar” en la sociedad.
Lo que Loïc Wacquant
(2007) dice acerca de la dinámica social europea en el sentido de la lógica
estructural que alimenta la nueva marginalidad social de extranjeros e
inmigrantes, ocurre hace tiempo en Latinoamérica de una manera mucho mas
pulida,
familiarizada, y por lo tanto menos escandalosa, en torno a los
adolescentes y jóvenes de los que hablamos en este trabajo, que cargan con los
estigmas de la ociosidad, vida callejera, delito, y consumo de drogas.
Sin embargo el impacto
tampoco es a todos por igual en estos sectores marginales juveniles, pues en
este universo las mujeres son las que llevan la peor parte. Como comentábamos
mas arriba, a partir del año 2002 comienzan
a asomarse las mujeres dentro del colectivo de adolescentes marginales
que consultan por consumo de drogas en Programa Cambio.
Si bien la proporción de
varones adolescentes judicializados por sobre las mujeres en la misma situación
sigue siendo mucho mayor, casi 7 a 1, el avance de las mujeres
en este terreno es notorio.
En el caso de las mujeres adultas presas en
argentina, su índice del 11% sobre la población penitenciaria está por encima
de la media mundial del 6%. Esto que se refleja en el colectivo adulto, comienza a configurarse
en la adolescencia.
Según Reguillo Cruz
(2000), una de las maneras en la que los jóvenes adquieren visibilidad social
como actores diferenciados, es por el “..conjunto de políticas y normas
jurídicas que definen su estatuto ciudadano para protegerlos y castigarlos”.
En
este sentido, es el sistema judicial el que hace visible al sistema a esta
juventud segregada. Así, el concepto “Adolescentes en
conflicto con la ley penal”
funciona hoy en general como una herramienta del mundo adulto para visibilizar
a jóvenes transgresores de las leyes,
que por razones de un contexto adverso ya descrito no lograron
incluirse o permanecer en el sistema educativo ni productivo socialmente
legitimado.
Si embargo, estos jóvenes mas que estar en Conflicto con la Ley Penal , están
primeramente en Conflicto con los Procesos de Inclusión Social que propone un
siglo XXI injustamente selectivo.
Así, los desiguales para abajo, los
extranjeros, los inmigrantes desplazados,
los adolescentes jóvenes, y las mujeres, son los que se encuentran en un
mayor grado de vulnerabilidad respecto a los modos de acceso al bienestar
social. Es en este complejo contexto, donde el consumo de drogas, el delito, y
la cárcel, funcionan como una tríada que cierra un círculo claramente lógico.
11.- Culturas Juveniles en Jóvenes Disidentes.
El esfuerzo por
construir presencia por parte de los jóvenes, la
lucha por “ser mirados”
(Nateras Domínguez 2002) genera en estos sectores “identidades de resistencia”[2],
a las que nos podemos referir como Culturas o Subculturas Urbanas.
Como define Carles Feixa (1998), dicho concepto se
refiere a “la manera en las experiencias
sociales de los jóvenes son expresadas colectivamente mediante la construcción
de estilos de vida distintos, localizados fundamentalmente en el tiempo libre,
o en espacios intersticiales de la vida institucional”.
Es decir que estas expresiones culturales no
surgen en los marcos institucionales según criterios legitimados, sino en
espacios ajenos a las instituciones.
En nuestra sociedad
cordobesa, el y la joven que se definen como “marginales”, participan de
conductas sociales similares, estéticas comunes, comparten su argot, se adueñan
de determinados espacios urbanos, entienden una forma de moral, e identifican
las
instituciones jurídico-represivas como su enlace mas fuerte con el Estado.
Los que a la hora de la
transgresión son definidos como “Adolescentes en conflicto con la ley penal”,
ya han participado de espacio sociales comunes, y hasta tienen un relato
individual, familiar y social, ciertamente similar.
Es decir aparecen como una
sub-cultura juvenil con identidad propia. La gran mayoría de estos jóvenes son
varones, y un 15% mujeres.
La adolescente que llega
a nuestra entidad por consumo de drogas, es una adolescente de 15 años
promedio, institucionalizada en un instituto de menores especial para mujeres.
Estas “casi niñas, casi presas”, se encuentran en un espacio institucional cuyo
modelo se desprende históricamente de lo que es el tratamiento para varones.
En sus relatos, ellas
evidencian que para vivir en “la calle” deben masculinizarse, es decir adquirir
modelos de interacción propios de lo varones, a tal punto que en algún sentido
compiten con ellos muchas veces con código violentos a fin de definir su status
dentro de los espacios sociales compartidos, status definido en torno a la
masculinidad.
Las atribuciones
clásicas y tradicionales a “lo femenino”: estética, cuidado, delicadeza, vida de hogar, sumisión,
etc., se ubica en las antípodas de este tipo de “ser mujer” de las adolescentes
de que hablamos.
Por el contrario, el riesgo, la aspereza, la vida callejera, y
la actitud
física desafiante, aparecen como las condiciones de supervivencia
necesarias que ayudan a construir este perfil que definimos. Parecería que el
consumo de drogas funciona aquí también como un atributo de riesgo y firmeza
masculina.
Esta subversión de los
papeles esperables para una mujer en el marco de los contextos en los cuales se
desenvuelven, crean un estigma que marca una frontera muy clara entre ellas y
las expectativas de sus familias. De alguna manera ellas traicionaron una
imagen de género que sus familias le habían encomendado.
El abandono familiar
aparece en estas mujeres como una señal que las marca y a la vez las arroja a
un modelo de independencia masculina que deberían asumir. Pero no es el
abandono producto del desinterés por los hijos, o del desafecto de los padres.
Es mas bien un abandono basado en la sensación de que esta niña se comporta de
manera contraria a lo que es esperable, nos resulta desconocida, es lo opuesto
“de lo que debería ser” como mujer.
En la calle se describen
como mas “barderas” (bardo=problema, lío) que los varones. “Los pibes que
consumen se juntan en la vereda del kiosco a tomar cerveza, y a fumar porro.
Ahí se divierten entre ellos, y no molestan a nadie”.
Pero si el agrupamiento
es femenino, el relato da un giro “Si son chicas las que se juntan a consumir,
se la pasan bolaceando
(provocando-agrediendo) a quien pasa por la vereda”.
Si bien estas
adolescentes descriptas son mucho menos en cantidad que los varones, cuando
consumen drogas, asumen un nivel de desafío y provocación al entorno, mayor que
los mismos varones.
Se autoperciben como “peores”, pero no en un sentido
cualitativo, sino cuantitativo, es decir son “mas” causante de problemas a la
comunidad, mas provocativas que los varones, pero en el mismo sentido que lo
son ellos. Es como una machismo amplificado.
Y para que lo hacen?,
porqué funcionan así?. La respuesta a esta pregunta se orienta hacia la
búsqueda de autoridad en el medio callejero. Es como si adquiriendo una
conducta mas transgresora que la media de los varones también de la calle,
impusieran una presencia que las protegiera de posibles abusos por parte de
esos mismos varones, ante los cuales se presentan mas fuertes que ellos.
Y no es una fortaleza
física de la que hablamos aquí, sino actitudinal, denotada por el riesgo
asumido, y por una capacidad de provocación al entorno en la línea del
machismo. Otra vez el consumo de drogas aparece en esta población, como un
atributo que refuerza la imagen de una presencia que exige respeto.
El conseguir “respeto”
en el “bardo”, implica alcanzar un status de protección simbólica eficaz para
la sobrevivencia en un medio tan adverso. Quizá sea el “respeto” uno de los
capitales claves en estos contextos de una adolescencia femenina desamparada.
No es un atributo que tenga que ver con lo moral, como lo sería el respeto en otros
sectores sociales. Tiene mas bien que ver con el estatuto de una jerarquía
ganada por el arrojo.
Estas adolescentes al
entrar en el sistema judicial por la puerta del acto transgresor, son
mayormente estigmatizadas por el entorno que cuando algo similar ocurre con los
varones. A la mujer porque se le exige mas en lo moral, se le perdona menos en
la transgresión.
Al tratamiento, la
adolescente “en conflicto con la ley”, llega en una situación de más abandono
que el varón. Dicen por ejemplo “a los varones la familia le tiene mas aguante,
y siempre están ahí”… “a las mujeres nos dan con un caño, somos mas difíciles
de rescatarnos”.
De nuevo estamos frente
a una autopercepción estigmatizante relacionada con el género. La familia, ante
una misma falta, sanciona mas a la mujer que al varón. Aquí cuando se les
pregunta “¿Te hubiese gustado ser varón?”, la respuesta suele ser “si”, pues la
percepción es que lo masculino corre con ventaja.
Ahora bien,
esta masculinización que se observa en la calle como estrategia de
sobrevivencia, se extiende luego a las instituciones judiciales que se
presentan como resocializadoras.
Si bien tendemos a cuestionar a la institución
que trabajan con mujeres presas o en conflicto con la ley penal, diciendo que
no consideran la variable género en sus enfoques, es de considerar también que
la invisibilidad del género femenino, por lo menos en lo referido a estas
adolescentes de las que hablamos no comienza en la institución, sino que es una
extensión de lo que ya pasó en la calle y en muchas de sus familias de origen.
12.- Conclusiones y Estrategia Propuesta.
Los desvíos que ha
tomado en nuestra provincia y país, la asistencia a jóvenes excluidos
consumidores de drogas, ha sido históricamente los de la Judicialización y
Psicopatologización. La raíz de este itinerario es que el consumo sigue en gran
parte siendo encarado desde la una visión reduccionista, en la cual la fuerza
del enfoque está puesto en la relación “Consumidor-Sustancia”.
El desafío es
incluir mejores análisis de contexto desde perspectivas socioculturales, en la
cual se considere a las Culturas Juveniles y a las cuestiones de género.
En relación a las
adolescentes en conflicto con la ley penal con las que trabajamos, lo
expuesto invita a pensar en estrategias
de acción que, a la hora de trabajar con esta población, ponga en crisis y
desmonte entre otras cosas la masculinización de lo femenino, devuelva a estas jóvenes una mirada
comprensiva y no punitiva sobre sus estilos de vida, les ayude a construir el valor “respeto”
desde una perspectiva emparentada con los Derechos Humanos, y aliente la
construcción de una participación ciudadana desde la cual puedan realizar
elecciones de estilos de vida saludables, y buenos procesos de inclusión
social.
De esta manera el
trabajo a realizar supone superar un enfoque individual a fin de ampliarlo a la
familia y a su mundo relacional e institucional. Entendiendo que el consumo de
drogas, como hemos visto, trasciende la dimensión sujeto-sustancia, implicando
de manera sustancial el contexto al cual la persona pertenece.
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